El museo se proyecta como elemento unificador, sobre un paisaje reinventado, que se levanta hacia el futuro, recorriendo los elementos del pasado. Se configura como una ‘cinta' que sirve de unión entre los elementos que componen el disgregado entorno y materializa un recorrido que discurre por ellos incorporándolos a la arquitectura. La visita al museo comienza en la distancia: enlaza el aparcamiento con un puente que cruza el agua del lago, en la que se reflejan como anticipo los volúmenes del edificio, desemboca en el vestíbulo principal, plegándose para atar el programa del edificio y conformar un recorrido a través del mismo y continúa, en el exterior, con carácter de exposición al aire libre, entre los jardines y los edificios existentes para finalizar en el pabellón de acceso, que puede ser el origen del recorrido en el sentido contrario.
Un basamento pesado que acoge las colecciones conforma el primer pliegue del recorrido, cuando se convierte en edificio, para acoger unas grandes cajas diáfanas que albergan las exposiciones. El otro pliegue se levanta para acoger los auditorios y la sala de conferencias y vuelve a bajar para dar cobijo a la zona administrativa.
Tartu, Estonia
29.610 m²
4 plantas
2005